Eiffel Ramírez
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Quién ha de mostrar mayor fervor en su propio oficio que Stefan Zweig. Hombre que hace grande los hechos y grande a otros hombres: todo cuanto cae en su prosa se enaltece. Y no se trata de pomposidad, no; hay más bien verdadera pasión, hondo resuello y arrebatos sinceros. Entre la diversidad de sus libros, no habría mayor ejemplo al respecto que sus «Sternstunden der Menschheit», traducidas al español como «Momentos estelares de la humanidad».
Publicadas en volumen hacia 1943, las Sternstunden son cortas narraciones –miniaturas, las llama él– que recrean acontecimientos históricos decisivos: desde el descubrimiento del Océano Pacífico en 1510, pasando por la caída de Constantinopla en 1453 o la batalla de Waterloo en 1815, hasta la llegada de Lenin a Rusia en 1917. Con estas composiciones, Stefan intenta revelar los hilos trágicos con que se teje la historia universal. Esta, en fin, no podría definirse por una mera serie de eventos homogéneos, sino por acciones y hechos específicos que lo cambian todo en solo horas o minutos: tal como sucedió con la aciaga decisión de Grouchy en el campo de batalla, permitiendo la derrota total de Napoleón en Waterloo; o con el rapto de inspiración de Rouget, quien en una sola noche creó la Marsellesa. El mismo autor nos dice en su prefacio: «Immer sind Millionen Menschen innerhalb eines Volkes nötig, damit ein Genius entsteht, immer müssen Millionen müßige Weltstunden verrinnen, ehe eine wahrhaft historische, eine Sternstunde der Menschheit in Erscheinung tritt»[1]. Son, pues, los genios y la fatalidad los que mueven la rueda de la historia.
De las catorce miniaturas –aunque difícil no mencionar “La lucha por el polo sur”, relato conmovedor que cuenta la carrera de expedicionarios por llegar primero a dicho polo–, siempre tendré preferencia por «La toma de Constantinopla». Todos sabemos los sucesos: Mohamed II, nuevo sultán del imperio otomano, se pone como objetivo conquistar Constantinopla, la antigua capital romana de Oriente; Constantino XI, emperador de esta, se atrinchera tras sus murallas y pide ayuda a las naciones cristianas de Occidente; recibe, al fin, los escasos pero valiosos servicios del intrépido Giustiniani y del marinero Trevisano, ofreciéndose este último a luchar “per honor de Dio e per honor de tuta la Christianitade”; en la noche del 28 al 29 de mayo de 1453, cien mil turcos, con los gritos de “Yagma! Yagma!” y “Allah, Allah il Allah”, se lanzan al ataque, bajo la promesa de saqueo y rapiña sin restricciones por parte del sultán; pero los casi ocho mil cristianos resisten el feroz asalto… Sin embargo, ocurre aquí, en ejemplo clarísimo de una Sternstunde u ‘hora estelar’, lo funesto: los bizantinos, en el fragor de los preparativos y del combate mismo, habían olvidado cerrar una pequeña puerta –la famosa Kerkaporta–, que a la postre sería descubierta casualmente por los enemigos y utilizada para tomar las murallas desde dentro. Y este simple descuido, quizá un capricho del destino, tuvo sus enormes réplicas: con Constantinopla bajo sus pies, el sultán podía pensar ahora en toda Europa; y los europeos, que renunciaron en su mayoría a apoyar a la vieja ciudad, recién sospechaban la grave calamidad que se había producido. Mas Zweig, con afán moralizante, culmina así su relato: «Tausend Jahre kaufen nicht zurück, was eine einzige Stunde versäumt» («Miles de años no recuperan lo que se desaprovechó en una única hora»).
Las «Sternstunden der Menschheit» exhiben lo mejor del autor: ese entusiasmo y vehemencia con que siempre impregna sus escritos. No se puede dejar de admitir que nuestro corazón late al compás de sus líneas y frases. Suspiramos, nos reímos, nos paramos, su libro es el caso típico de la ficción que embriaga y enloquece.
[1] «Siempre es necesario millones de personas dentro de un pueblo para que surja un genio; siempre deben pasar millones de horas ociosas, para que una verdadera e histórica, una hora estelar de la humanidad, pueda suceder».
Eiffel Ramírez Avilés (Huánuco, 1990). Cursó sus estudios superiores de derecho y de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. También es miembro del taller “Filosofía del Derecho y la Política” (Tafidep) de la misma casa de estudios. Actualmente colabora con sus escritos en el suplemento literario mensual “Aspaviento”. Reside en Huánuco desde el 2018.