Regina Garrido Álvarez (Lima, 1994) es bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Obtuvo la primera mención honrosa en el Concurso de Poesía para Mujeres “Scriptura”, organizado por el PEN Internacional de Escritoras del Perú y el Centro Cultural de España en 2015; y la mención honrosa en la décima edición de “El Poeta Joven del Perú”, patrocinado en 2017 por la Fundación Marco Antonio Corcuera. Es directora de la revista Pedernal desde 2016 y actualmente se dedica a la investigación de la poesía peruana del siglo XX.
En el 2019; ganó el XI Concurso Nacional de Poesía “Premio José Watanabe Varas”, organizado por la Asociación Peruano Japonesa por el poemario “Herencia”.
CONVIVENCIA PERPETUA
Imagina un lugar donde los muertos
conviven diariamente con los vivos
ambos compartiendo la mesa en las mañanas
y los domingos en la plaza
Ahora piensa en un lugar
donde la muerte se llevó todo
tan solo dejando lápidas húmedas
con nombres inteligibles
y flores secas que intentan soportar el olvido
Parece ser que ese pueblo lejano
en donde los huesos conviven con la carne
es un lugar mejor
No existe la falta
La casa es un cementerio
HUÉSPED INVASIVO
Creo que la casa se desploma a mis pies
Al pasar por el suelo que se abre
la pared mojada y la pintura casi muerta
Creo que la casa se desploma ciegamente
frente a mí que tengo los ojos abiertos
y observo y palpo
la desaparición con mis dedos
la tristeza que se cala por los huecos
Pero soy yo quien destruye la casa
quien con las manos destroza la pared
blanca −ya gris ya húmeda–
y esta cede cual araña atrapada
y yo río creyendo que la casa se desploma
junto conmigo
Pero soy yo quien destruye la casa
con ansias de que al caer
caiga la máscara
ORBE HAMBRIENTA
Esta casa es como un gran poema
dispuesta a tragarse todo
los suelos se levantan amenazadoramente
las maderas comienzan a zafar
los pasos crujen bajo el peso humano
y la pared se descascara como piel
dejando solo a la araña religiosa
que ocupa ahora el lugar de los hombres
Solo resta el inacabable rechinar de la madera que se pudre
y el insecto victorioso
aquel que mancilla el árbol fuerte
hasta verlo caer
CASA DE PARTO
Cuando nací me dieron un nombre
me llevaron a una casa ajena
y secaron mi piel al sol
Había muros amarillos
un gran taller de madera
y plantas que arremetían contra los techos
Tenía un nombre
tenía un cuerpo
y paredes desgastadas
una esquina con puerta
y un amor de niña
que traspasaba la carne
Cuando nací me dieron un nombre
me llevaron a una casa ajena
la cual transformé en patria benévola
hogar de silencio