INVESTIGACIÓN POLICIAL SOBRE LA DESAPARICIÓN REPENTINA DE UNAS ENTRADAS AL TEATRO
Testifica Gabriela
—La ventana estuvo abierta por tres horas pero las cortinas cerradas. Testifico ante el Mayor que fue en ese preciso momento en que ocurrió, como si fuera un acto de desaparición, casi una maniobra imposible de lograr. Las entradas al teatro, que estaban en un sobre amarillo, desaparecieron. No hay aparentes sospechosos. Incluso, me culpe a mí misma. Desordené el cuarto, busque cada rincón y limpie. Tenía que ser, tenía que aparecer y no fue así.
¿Cómo pierdes tus entradas a tu obra favorita? Me he deprimido por esto, no he sabido decirle a quién me las regaló que las perdí. Que primero las guardé y luego las perdí. Qué tonta me siento. ¿Qué le parece poco en valor de pérdida? ¿Sabe usted cómo nos deprimimos en estos tiempos? ¿Lo que cuesta la salud mental?
Testifica la compañera de cuarto, Rocío Requena
—Gabriela nunca está en casa. Cuando llega suele ser callada, está encerrada, pensando en quien sabe qué o ha invitado a algún escritor a acompañarle. ¿Un sobre? Jamás lo vi.
Testifica el ex enamorado
—Cuando Gabriela me invita a su habitación, suele venirle de repente un dolor de cabeza exagerado, como si apareciera así de pronto. Nuestras visitas se limitan a lecturas de poesía, clásicos del siglo de oro español, algunos sonetos y conversaciones largas sobre los ex compañeros de universidad. No tenemos sexo, hemos superado esa etapa. Nos limitamos a una relación intelectual ¿Las entradas? Tal vez las vi. Cerca del escritorio, también puede que las vi dentro de un poemario. ¿Cómo era el poemario? De un tipo detestable ¿Yo pude robarlas? Imposible, yo odiaba esa obra, conocí al actor en persona, un frívolo. Puede usted pensar lo que quiera.
Testifica la gata Africa
—Miau… Ha irrumpido mi quinceavo sueño del día, pero se lo permitiré, soy amable. ¿Que si vi algo? Le explico: mi ocupación es dormir sobre los lugares más cómodos de la casa. Es posible que haya dormido alguna vez sobre la cama de Gabriela, es probable, pero eso no debe saberse. Tal vez arañé un poco su mueble favorito, pero es una ocupación de gato. Recortadas mis libertades con la domesticación, urge inventarse qué hacer. ¿Qué dice? Los gatos no somos arrogantes, se llama sinceridad, un valor que los humanos no poseen.
¿Ah las entradas? ¿Cree que las mordí? no lo creo, no es parte de mi lista de ocupaciones de gata. Usted me hace dudar.
Testifica el viento -acusado de culpable-
—A mí siempre me echan la culpa de las desapariciones. ¿Quién se llevó los papeles? el viento, ¿quién ocasiona oleaje anómalo en la costa? el viento, ¿quién trajo al Huracán Patricia? el viento, El viento , el viento. BASTA. Es inconcebible que yo cargue con tantas acusaciones en mi contra.
¿Un sobre con entradas? La ventana estaba abierta, es posible, todo es posible, pero quizá alguien las lanzo por la ventana. Es posible, infinitas posibilidades, vivimos en medio de posibilidades. ¿No ha escuchado del relativismo y la post verdad?
Testifica el SOBRE que contenía las entradas –desde la clandestinidad-
—Gabriela, yo no me lleve las entradas, me marché solo, agobiado por la poca importancia, por lo miserable que era mi vida junto a la tuya. Yo te quise como quieren los sirvientes fieles a sus amas, con toda mi consideración. Pero tú me abandonaste a merced de libros, lapiceros, gatas, viento. Desde el primer día rompiste mi ilusión. Me dejaste al lado de un libro de cocina. ¡de co ci na! Luego, me atacaron los libros de poesía, esos renegados, que buscan bronca, que siempre están diciéndole al mundo que son lo máximo, ay si, la base de la literatura experimental.
Luego llegaron los matones, esas novelas de David Mitchell o de Agatha Christie. Qué mal he hecho yo para que me dejaras entre tanto psicópata. ¿Acaso no merecería un mejor lugar para vivir? ¿Acaso no era mejor ser llevado por el viento, o arrojado al mar que vivir entre polvo y sicarios de las letras como son tus libros?
El viento testifica por segunda vez:
—Si yo acepto la culpa, ¿me dejarán seguir mi ruta camino a los arrecifes? No me gusta Lima, es muy tibia.
El SOBRE testifica por tercera vez:
—No me deja acabar con mi testimonio. De tanto ser peloteado, abandonado, puedo decir que me cansé. Que quería irme, llevarme las entradas para que ella, Gabriela, sufra como yo. Pero no no lo hice.
La gata:
—Fui yo
Gabriela:
—Fui yo, ya lo recordé, teniente, perdón el escándalo.
El sobre, ex , la compañera de cuarto (en coro):
—Fui yo, fui yo, fui yo, fui yo, fuimos los dos, todos, todas
Al final Gabriela reparó en que fue la estación tibia, el viento que le ocasionó dolor de garganta, la gata que rascó su vestido y el ex que no se sabía de memoria los versos de Eielson pero sí los que Quevedo, un degenerado eurocéntrico. Y también fue su compañera de piso, que dejó libre a la gata y sus libros que eran amenazados por polillas. Todos culpables. Una sola desaparición.