‘Frances Ha’ un film dirigido por Noah Baumbach, escrito y protagonizado por Greta Gerwig. Dos personajes muy comentados en los últimos tiempos que, logran comprender y transmitir emoción de forma devastadoramente dulce y realista nos llevan a través de la historia de una mujer adulta que vive como una adolescente tardía y siente como una niña. Con Frances, nos vemos sumergidos en la idiosincrasia colectiva atribuida al residente promedio de la gran ciudad a través del camino que recorre esta bailarina, cuyo futuro luce un tanto ambiguo y sus pasos un tanto accidentados.
Escribe: Ana María Esparza
Aparentemente ligera, repleta de energía y dinamismo; ‘Frances Ha’ nos ofrece una reforma de lo que tenemos asimilado y de lo que nos ha sido ofrecido a través de los años como el género del “coming of age”. Una historia protagonizada por un personaje ineludiblemente encantador, algo torpe e irremediablemente inmaduro.
El film dirigido por Noah Baumbach, escrito por Greta Gerwig y Baumbach resulta tener un cariz evidentemente distinto a los trabajos anteriormente realizados por el director. La intervención proporcionada por Gerwig hace que los personajes no sean mostrados como seres un tanto crueles e incluso desagradables por momentos, como ha sucedido con anterioridad en otros trabajos de Baumbach. Haciendo que sea tanto complicado como enriquecedor no poder catalogar a cada personaje de forma inmediata.
Filmada en blanco y negro, dándonos una suerte de nostalgia así como también un toque francés; Baumbach captura el ambiente bohemio perteneciente a una Nueva York contemporánea de forma casi antropológica, acompañado de un lirismo que resulta tanto gracioso como atractivo.
‘Frances Ha’ trata sobre una mujer, algo desorientada, de 27 años que continúa viviendo en un departamento en Nueva York con quien una vez fue su compañera de habitación en la universidad, Sophie, y es ahora su mejor amiga. Esta relación nos es presentada como imperturbable por el paso del tiempo, la misma Frances repite en varias ocasiones que Sophie y ella “son la misma persona”. Sin embargo, de forma un tanto repentina, Sophie le dice a Frances que piensa mudarse dejando así devastada y prácticamente sin hogar (ya que no puede pagar el alquiler sola, pues es una aprendiz en un estudio de danza posmoderno) a una Frances que no tenía nada estable en su vida más que su relación con Sophie. Y es a partir de este suceso que, tanto nosotros como la protagonista nos damos cuenta de que el mundo avanza más rápido de lo que Frances puede sobrellevar.
En el siguiente tramo de la historia, nos vemos envueltos en una suerte de viaje nómada en el que Frances termina viviendo con dos compañeros de departamento, Benji y Lev. Ambos artistas mantenidos primordialmente por su familia y, por ende, con un estilo de vida distinto al de Frances. Adicionalmente, Sophie se encuentra en una relación estable con su novio, Patch.
La primera parte del film prueba ser un tanto más dinámica que la segunda, pues es donde se origina el conflicto principal de la trama. Lo que sigue es un viaje divertido, triste y perspicaz de descubrimiento y redención personal. Una vez que Lev y Benji son dejados atrás, Frances se entera que Sophie va a mudarse a Japón con Patch, a través de una amiga en común. Frances se lanza a la deriva en un intento desesperado por intentar recolectar algo de estabilidad y se embarca en un viaje a Sacramento, en donde visita a sus padres, y por un corto periódo vuelve a sentirse segura, querida, menos sola. Luego, viaja de manera impulsiva a París un fin de semana, a pesar de carecer de dinero, y solamente encuentra más soledad ya que no logra encontrarse con la amiga a la que pretendía ver, no dejemos de lado la ironía que representa la oscuridad en la que se ve envuelta al estar en la ciudad de las luces.
Resulta evidente el contraste, entre la vida de Frances y aquellos que la rodean. Podemos ver como dentro de este cúmulo de acontecimientos y personajes se exploran las nociones de clase y ambición pues todos parecen avanzar económica, social y profesionalmente mientras que ella es emboscada por sentimientos profundos de tristeza y soledad, llevándola a intentar aferrarse a su antigua vida, muchas veces llegando al extremo de proyectar incomodidad e incluso vergüenza ajena.
Finalmente, retorna a Vassar (su alma máter) en donde consigue un trabajo que consta en servir vino a grandes inversionistas, una bailarina reducida al status de un sirviente sin paga. Frances se convierte en vertedora de una actividad social, uno de sus muchos trabajos extraños, y se puede ver el montaje de personas, ciudades, calles, aeropuertos, bares nocturnos, a través del camino. Haciendo que Frances sea un vívido retrato de una generación estancada entre las facilidades que ofrece la sociedad moderna y la inhabilidad de madurar. Adentrándonos en la existencia pesada pero fugaz de personajes modernos que viven en un mundo soñador de la vieja escuela lleno de posibilidades.
El film resulta un tanto vago en su dirección por momentos, resulta un gran atractivo, pues se experimenta lo que la protagonista vive en el momento. Un vaivén de emociones dirigidas indefinidamente.
Aparentemente incapaz de mantenerse a flote, Frances cae más allá de la gracia con tal de mostrar una careta de independencia y progreso. Pero, la forma en la que paciente y dolorosamente logra redimirse resulta ser satisfactoria. Al ir rutinariamente a ninguna parte, la película finalmente encuentra una voz distintiva. Para crédito del film, las incertidumbres de Frances persisten hasta el mismísimo final. No hay un cambio repentino y diametralmente opuesto en comparación con la persona a la que fuimos introducidos al inicio. Frances es drásticamente diferente de todos los demás y sus diferencias: su forma de hablar, sus gestos, su sentido del tiempo y su propia disposición a enfrentar su destino hasta la base de la miseria, no pueden ocultar el hecho de que en realidad está marcada por el éxito.
T.S. Eliot dice que, “al final de toda nuestra exploración, llegaremos a donde comenzamos, y conoceremos el lugar por primera vez.” Y, es que solamente una vez que Frances pretende retroceder en el tiempo volviendo a casa de sus padres y luego a la universidad ella es capaz de avanzar y aceptar su nueva realidad. Puede aceptar un trabajo como reemplazo de la secretaria del estudio de danza así como crear y dirigir una presentación de baile y, lo más importante, darse cuenta de que su relación con Sophie puede mutar pues cada una va a tomar caminos independientes pero el vínculo siempre va a estar ahí.
Frances crece frente a nuestros ojos, de una forma dulcemente accidentada. Este es un retrato honesto de la dificultad que representa el cambio, el film representa de forma adecuada ésta transición entre un momento inicial de una calma y positivismos algo cándidos y el peso que acarrea crecer de forma consciente.